lunes, 2 de agosto de 2010

Invitación

En la posición de un normal, sin tener que ver esas letras, para qué, si de lleno no estoy vacío, en la posición extraída de mi indisposición como regla o algo otro que sale de una vagina húmeda, intento no ser mezquino conmigo mismo, que lo que oculto no se me oculte, que lo que revelo se revele solo. Reitero que no soy normal, pero si trato, aunque no me resulta, reconozco así que más callo que digo, y que las pinceladas que brotan del mundo de las lenguas me entregan un papel en blanco, o casi blanco, con largas líneas trazadas desde los lugares en que con esmero suelto la saliva en el punto y el momento correcto, oportuno. Y esas líneas, luego caen como derretidas por gotas de ojos y oídos, y como arrebatadas de su espacio y desterradas del mundo del entendimiento, o como un borrón infantil con goma hecha de miga de pan, totalmente tristes y destruidas, se me devuelven como un hermoso cuadro impresionista con firma extranjera. Mi saliva seguía allí, pero estaba tan baboseada y manchada y marchita y retorcida que ya no se veía ni el punto de partida ni su trayectoria yecta, la que pujante, como oruga madura dentro de su crisálida, intentaba salir de la bóveda interior para entrar en el mundo de las orejas y las cabezas. Y para los corazones, ajetreados entre tantas voces y tantas líneas y manchas de colores y sabores, desabridos resultan los ecos negros de mi garganta y los anormales olores de mi boca. Para mí el mundo está cerrado, pues mis oídos son ajenos y no me escuchan, los míos, que son los tuyos, escuchan mariposas revoloteando y fuertes cascadas cayendo desenfrenadas, zancudos enormes, piojos y hasta dragones. Pero mi larva, tímida en la simiente increada de la creación, que en leves pulsaciones intenta tocarte a través de la sábana ensordecedora de mentes, aplastada está con la bota vociferante que salpica en su chillido horrendo. Para ti mi mundo está callado, si grito es que estoy loco, si lloro es que soy impotente, si canto me desafino, si te escribo un poema con ramas y rocas me haces una hoguera, y así, mi castillo, mi simiente, mi crisálida y mi bóveda son olvidadas y desdichadas, borradas con migas de pan y vomitadas entre revoloteantes moscas y martillos de plasticina.