miércoles, 3 de octubre de 2012

Los Dioses de Hiperbórea Nada crece a mi sombra, nada más que musgo y silencio y las verdades que huyen de las multitudes. La habladuría riega las raíces cortas y las copas bajas, pero nada crece a mi sombra y el buen dios me bendice con su sequía. Ya nada quiero, pues me nutro de las vertientes subterráneas y de lluvias de otros cielos, soy árbol de mil formas diferentes y en mis ramas anidan las ninfas por su savia preñadas. Mis frutos serán gigantes devoradores de mundos y de mis carnes se harán los barcos que surcarán el cosmos. Poderosos vientos que me han curtido, arrebatados fuegos y sabios inviernos, dioses antepasados, mística hermana, a ustedes dedico mi existencia imperecedera y las rondas acompasadas de mi andar peregrino. ¡Salve a ustedes! Que el ronco cantar de estos parajes rompa con los oídos necios y las fibras quebradizas de las vidas impropias. Caiga abrazador sobre los valles el vómito de las montañas, limpie el invierno crudo con su mar del cielo la vida toda y vuelvan así a reinar sobre la tierra los dioses de Hiperbórea. Sebastián Andrés Castro Jiménez.

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